Desde los 8 años mi padre Enrique ya ayudaba a pastorear las ovejas de mi abuelo en los campos de Biel (Aragón). Poco después subieron a Garde donde además de conocer a mi madre, conoció las impresionantes cimas pirenaicas del Valle de Roncal. Todos los años, en septiembre, recorremos la Cañada Real de los roncaleses hasta llegar a la Ribera navarra. Allí pasamos el duro invierno para volver a la montaña en primavera. Mi padre nos transmitió a mí y a mis 4 hermanos toda su experiencia y conocimiento. Juntos tenemos más de 5.000 cabezas de ganado, pero yo he decidido quedarme a vivir en la montaña, innovar y aprender a elaborar queso de Roncal.

Este queso es un pequeño homenaje a mi padre, a ese sabio ganadero trashumante y mejor persona, ese amante de las ovejas, de la dura vida en el campo y de la naturaleza. Por eso, se trata de un queso fuerte, robusto, luchador y con un sabor tan único que no pasará desapercibido en el paladar.

Fernando.